Morena protagoniza la batalla por la sucesión en Michoacán rumbo a 2027, mientras la crisis de seguridad pública en la entidad se encuentra en Terapia Intensiva
Morena, el verdadero capo de batalla por la sucesión en Michoacán
El calendario continúa adelgazando de cara al 2027, y en Michoacán la disputa al interior de Morena se ahonda, en donde la guerra sucia contra militantes de los distintos bandos está a la orden del día a través de videos y memes que circulan en redes sociales y grupos de whatsapp.
Hay quien cuenta que en el último round librado por las fuerzas guindas, el exgobernador Lázaro Cárdenas Batel habría jugado un papel fundamental para determinar breve receso en la disputa, no por decisión propia sino por encargo.
Con el paso de los meses ha quedado claro que para el relevo de la titularidad del Ejecutivo del Estado en 2027, la competencia real se encuentra en las filas de Morena, pues más allá de éstas no se observa fuerza alguna que genere algún tipo de preocupación para la 4T en el estado.
Aún y cuando hay quien desde el bando autodenominado independiente, replica alegremente las campanas, concediendo entrevistas a diestra y siniestra promocionándose como héroe por llamar a la caza de presuntos delincuentes fuera de todo marco legal, hay quien comenta que el freno a sus aspiraciones lo aguarda en dos trincheras, una nacional y la otra del lado de la frontera norte.
Y es que el tema de la inseguridad es un platillo apetitoso para quienes buscan posicionarse políticamente en Michoacán, ello frente a una realidad que evidencia haber rebasado la capacidad de reacción de las autoridades, tal y como lo reconociera recientemente el alcalde Zitácuaro, Antonio Ixtláhuac, en un video que difundió en redes sociales frente a los lamentables hechos ocurridos en ese municipio.
La seguridad de Michoacán en Terapia Intensiva
No queda duda alguna que en Michoacán, la seguridad pública se encuentra en terapia intensiva y respira con ayuda artificial, en un nosocomio carente de suministro de medicamentos y personal especializado para su atención.
Los hechos violentos en Zitácuaro hicieron regresar a los michoacanos a la época oscura de los Caballeros Templarios, cuando el miedo era ley y la impunidad la única constante. Las calles de la cabecera municipal, una vez símbolo de trabajo y tradición, hoy son noticia nacional por la violencia y el terror, no por su gente ni por su cultura.
La Secretaría de Seguridad Pública de Michoacán, lejos de ser un ente protector, parece un paciente agónico, conectado a los respiradores de la simulación y la complicidad. La estrategia de seguridad, si es que existe, se diluye entre comunicados vacíos y operativos para la foto. ¿De qué sirve presumir aseguramientos de vehículos y armas si no hay un solo detenido? ¿De qué sirve la presencia de la Guardia Civil y la Guardia Nacional si los cárteles siguen dictando las reglas en cada región?.
La falta de efectividad contrasta con los millonarios recursos que anualmente se destinan al sistema estatal de seguridad, y a los anuncios de adquisiciones de vehículos y armamentos, al presunto gasto en capacitación.
La coordinación entre fuerzas federales y estatales es una quimera mientras los ciudadanos quedan a merced de la delincuencia. El caso de Zitácuaro es paradigmático: ocho horas tardaron las autoridades en ingresar al municipio. Para entonces, el daño ya estaba hecho. Una familia fue víctima del fuego cruzado y un menor perdió la vida, recordándonos que en Michoacán la esperanza de paz es cada vez más lejana.
La autoridad se muestra incapaz de detener este cáncer que ha hecho metástasis en la mayoría de las regiones de Michoacán. Los altos mandos de la Guardia Civil parecen más preocupados por llenar sus bolsillos que por proteger a la ciudadanía. El fenómeno de las extorsiones en carretera ya no es secreto a voces: es rutina para transportistas, automovilistas y productores del campo, quienes han aprendido que el uniforme puede significar tanto protección como amenaza.
Las múltiples denuncias de complicidad de mandos de la corporación con miembros del crimen organizado han sido ignoradas.
Mientras la impunidad reina y la ciudadanía paga el precio, hay quien opta por el lucro político de la desgracia, propiciando desfiles de víctimas en ruedas de prensa para legitimar el accionar fuera de la norma de organizaciones de “cazadelincuntes”, sin más criterio que el propio, violadoras frecuentes de derechos humanos.
Mientras la seguridad pública siga en terapia intensiva, la población solo puede esperar lo peor. La ciudadanía exige respuestas, no simulacros. Exige justicia, no comunicados. Exige vivir, no sobrevivir.
Los michoacanos merecen algo mejor que una autoridad en coma y una estrategia de seguridad que solo existe en el papel. Es tiempo de despertar, de dejar la simulación y enfrentar la realidad: Michoacán está en terapia intensiva y, si no se actúa ya, pronto podríamos estar redactando su acta de defunción.