Este hallazgo era espantoso y requería de acciones inmediatas, así como una explicación oficial.

El tema es muy candente, y también muy manoseado. Los líderes de opinión y periodistas, según sus inclinaciones, toman partido y radicalizan sus posturas: o estás conmigo o estás contra mí. En este tema no existe término medio aristotélico que posibilite el acuerdo entre los dos enfoques diametralmente opuestos.

La alarma se encendió apenas hace algunos días cuando el colectivo de buscadores Guerreros Unidos de Jalisco, alertados por una supuesta llamada anónima, encontraron dentro del ya famoso Rancho Izaguirre, ubicado en el poblado de La Estanzuela, en Teuchitlán, Jalisco, cientos de objetos, prendas de vestir, mochilas, bolsas, zapatos, así como restos humanos calcinados reducidos casi a cenizas en algunos hoyos con estructuras de tabique inacabados y mal construidos.

También había dentro del predio llantas de carro acomodadas como para realizar ejercicios de adiestramiento militar y otras estructuras que hacían suponer que ahí se preparaba a gente en tácticas de disciplina guerrera. Todo esto fue fotografiado, videograbado y difundido en los medios de comunicación, así como en las redes sociales.

Desde el principio se utilizaron conceptos como “hornos crematorios” clandestinos que, debido a los cientos de objetos y prendas de vestir amontonadas y huesos calcinados, alertaron a periodistas y observadores internacionales, quienes de manera inmediata relacionaron el hallazgo con los hornos crematorios utilizados por los nazis. Las similitudes de algunas fotos con las difundidas en los sitios de exterminio de Hitler a finales de la Segunda Guerra Mundial hicieron que la noticia del rancho ubicado en Jalisco se hiciera internacional.

Por supuesto que este hallazgo era espantoso y requería de acciones inmediatas, así como una explicación oficial. Algunas de las primeras explicaciones de la autoridad fue que en ese sitio se había realizado un enfrentamiento en el mes de octubre del año pasado en el que participaron, entre otras autoridades, elementos de la Guardia Nacional, del Ejército mexicano, así como miembros de diversas corporaciones del estado de Jalisco; que hubo por lo menos diez detenidos, dos muertos y dos personas liberadas que habían estado retenidas en ese lugar. También se decomisaron armas y vehículos que después desaparecieron. Se dijo que los activos federales que intervinieron entregaron sus informes a las autoridades de Jalisco y dejaron la custodia de ese lugar a la fiscalía de ese estado. No se dio cuenta de ningún hallazgo ni indagatoria sobre cualquier otro descubrimiento.

En esa primera incursión nadie vio nada. Quiere decir que las corporaciones policiacas y ministeriales de todos los niveles no cuentan con protocolos de actuación o simplemente no están preparados para el cumplimiento de este tipo de funciones.

Después de varios meses, debido a la intervención de organizaciones ciudadanas que colaboraron, o más bien suplieron la actuación de los organismos públicos que debieron realizar ese tipo de funciones, fue que se descubrieron esos asuntos que escandalizaron a gran parte de la sociedad mexicana y la comunidad internacional.

En materia de seguridad pública y procuración de justicia existe un grave rezago difícil de resolver.

No, no se trata de improvisar una explicación creíble para enderezar el barco. Eso no es posible y sería inútil insistir en que ahí, en ese lugar no había hornos o instalaciones para realizar exterminios masivos como los de Auschwitz. Los hornos de incineración (crematorios) utilizados por los nazis fueron complejas obras de ingeniería. Acá, a la mexicana, los grupos criminales improvisan instalaciones caseras para adecuar cualquier cuchitril para sus fines ilícitos.

En la opinión pública nacional está latente, además de las cosas encontradas en el Rancho Izaguirre de Teuchitlán, la desaparición de muchísimos jóvenes que fueron enganchados para algún trabajo en alguna empresa fantasma y cuyo último rastro de contacto fue alguna central de autobuses del estado de Jalisco. Las madres buscadoras no quitan el dedo del renglón en la exigencia de la aparición de sus hijos.

Creo que es difícil llegar a la verdad de lo ocurrido. Aunque pudiéramos estar convencidos de las buenas intenciones de la Presidenta de la República por esclarecer la verdad, creo que se va a topar con vicios institucionales y poderes fácticos ancestrales que no permitirán una explicación satisfactoria de estos y muchos otros hechos respecto a los desaparecidos en México.

Recientemente me dijo una amiga que no sabía si ella era feminista, pero que si le desaparecían a su hija estaba segura que su forma de protestar sería igual o peor que las mujeres radicales que se manifiestan cada ocho de julio. Anteriormente ya mi hermana había expresado algo similar refiriéndose a los desaparecidos de Ayotzinapa.

Creo que para entender en toda su magnitud un fenómeno como el de Teuchitlán o Ayotzinapa se tiene que poner uno en los zapatos de quienes están padeciendo una perdida tan grande como la desaparición de una hija o un hijo. Debe ser devastador no escuchar una explicación convincente.

El esclarecimiento de la verdad, así como el castigo para los perpetradores de quienes participaron por acción u omisión en estos crímenes de lesa humanidad deben ser irrefutables y contundentes.

luissigfrido@hotmail.com