Morelia, Michoacán, 17 de diciembre de 2024.- El concepto de «intelectual» ha evolucionado con el tiempo y puede variar según el contexto. Repaso algunas definiciones destacadas:
Definición clásica: Un intelectual es una persona dedicada al pensamiento crítico, la creación de ideas y la reflexión en campos como la filosofía, las ciencias y las humanidades.
Jean-Paul Sartre: Lo define como alguien que toma conciencia de las injusticias sociales y usa su conocimiento para denunciarlas y proponer cambios.
Edward Said: Considera al intelectual como una figura incómoda, que se opone a los abusos de poder y defiende la verdad incluso a costa de enfrentarse a la autoridad.
Antonio Gramsci, afirma que todos los seres humanos son intelectuales en algún grado, pero el verdadero intelectual es aquel que organiza ideas y las traduce en acción política o social.
Vale la pena recordar que, como sustantivo, el término “intelectual” es relativamente nuevo. Si bien actualmente es habitual en el habla común, su empleo para designar a un grupo social no va más allá del último tercio del siglo XIX. En realidad el nacimiento de la noción de “intelectuales” nos remite a Francia, al año 1898, concretamente al debate que movilizó y dividió a la opinión pública francesa en torno del “caso Dreyfus” al definirse como “intelectuales” a quienes lo apoyaron. Hasta entonces, el vocablo había circulado en francés de manera marginal.
Actualmente la cosa ha evolucionado, y mucho. Para ser reconocido como un intelectual suelen pedirse, y cumplirse, varios requisitos:
Conocimientos profundos: Dominio de un campo específico de estudio o múltiples disciplinas, con una capacidad para vincular teorías y prácticas.
Habilidad crítica: Capacidad para analizar y cuestionar ideas, instituciones y sistemas desde una perspectiva racional y objetiva.
Producción de ideas: Aportar ideas originales mediante obras, ensayos, investigaciones o discursos públicos.
Compromiso social: No basta con acumular conocimiento; el intelectual debe participar activamente en los debates y problemas de su tiempo.
Independencia de pensamiento: Resistir la tentación de ser influenciado por intereses políticos, económicos o ideológicos.
Abundando: Gramsci distingue dos tipos de intelectuales: Intelectuales tradicionales que están asociados a la academia y las artes y son percibidos como guardianes del conocimiento, y los llamados “Intelectuales orgánicos” que son aquellos que surgen de movimientos sociales o políticos y están ligados a clases sociales específicas.
Algunos ejemplos de intelectuales reconocidos son: Octavio Paz (México): Premio Nobel de Literatura, crítico del autoritarismo y defensor de la libertad de expresión. Noam Chomsky (EE.UU.): Crítico del imperialismo y del capitalismo, con importantes aportes en lingüística y política y Simone de Beauvoir (Francia): Intelectual feminista que cuestionó las desigualdades de género.
En la actualidad, en varios aspectos los intelectuales se consideran necesarios para analizar y cuestionar las estructuras de poder, si bien su influencia varía según el contexto. En Europa, influyen en políticas culturales; en Estados Unidos, destacan en debates sociales, y en México, algunos critican el poder, mientras otros, por así convenir a sus particulares intereses, lo legitiman así se hundan en la mayor abyección.
En México, el papel de los intelectuales ha sido importante en momentos históricos como la Revolución Mexicana y la consolidación del Estado posrevolucionario. Sin embargo el tamaño de su influencia ha cambiado con el tiempo: Durante el siglo XX intelectuales como José Vasconcelos, Octavio Paz o Rosario Castellanos fueron voces críticas del poder, denunciando injusticias y defendiendo la libertad de expresión. Para no variar, en el actual gobierno se han descalificado a sus críticos etiquetándolos como «intelectuales orgánicos» al servicio de inconfesables intereses.
Ciertamente a lo largo de la historia ha habido intelectuales que han trabajado al servicio de dictadores o regímenes autoritarios. En la Alemania nazi, figuras como Martín Heidegger apoyaron públicamente al régimen. En la Unión Soviética, escritores como Máximo Gorki justificaron políticas de Stalin. En México, algunos intelectuales han sido señalados, con evidencias palpables, de legitimar gobiernos autoritarios o de encubrir fallas del sistema.
En la sociedad actual, los intelectuales enfrentan el reto de mantener su independencia frente a los poderes político y económico, defendiendo su papel como críticos y educadores. En México, su influencia sigue siendo relevante, pero también polémica, debido al entorno tan polarizado en que se vive actualmente. Su mayor o menor impacto radica esencialmente en su sinceridad, honestidad y capacidad para generar debates que conduzcan a un verdadero cambio social.
¿Tenemos intelectuales así? Pocos; y están viendo las de Caín en estos días.