FOTOS: SECRETARÍA DE TURISMO Morelia, Michoacán

El traslado caminando desde la Calzada de las Yácatas, en el pueblo de Tzintzuntzan, repleto de cocineras tradicionales, hacia el lugar donde se efectuaría la clausura de la K’uínchekua 2025 este domingo 16 fue agotador, pero valió la pena, fue un espectáculo grandioso repleto de cantos, música, pirekuas, danzas y juegos autóctonos que, al mismo tiempo, sirvió para rendir homenaje a las mujeres emblemas de Michoacán.

“La Fiesta de Michoacán” se desarrolló entre el 13 y el 16 de marzo que las Yácatas de Tzintzuntzan y estuvo dedicada este año a honrar la aportación de las mujeres indígenas a la tradición, el arte y la cultura.

Mujeres emblemas

Primero, los médicos tradicionales de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán purificaron el lugar con humo de copal para honrar los cuatro puntos cardinales, el sol y la tierra.

Luego, llegaron los y las integrantes del juego tradicional de pelota purépecha (uarhukua chanakua) con unas pelotas incendiadas que reclamaron atención y convocaban a los duendes de la creación. 

Y, entonces, llegó lo mejor, siete mujeres emblemas de Michoacán con profesiones que van desde una danzante hasta una cocinera tradicional, recibieron sus premios de manos del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla y los titulares de las Secretarías de Turismo y Cultura, Roberto Monroy García y Tamara Sosa Alanís.

Entre aquellas nanas sobresalió y causó asombro Paula Cázares López, de 106 años, quien empezó a bailar a los 6 años y fundó la Danza del Torito de Jarácuaro.

El espectáculo

Andrés Campos, el director artístico, se propuso brindarnos un espectáculo variado, fresco, lleno de ritmo y con un colorismo impresionante, y lo logró, aunque para esto tuvo que reducir la presencia escénica de todos los grupos para evitar un maratón interminable y fatigoso para el público. En realidad, la presentación, duró dos horas y muchos querían más…

Las mujeres estuvieron representadas, antes que todo, por la Danza de las Panaderas de Tarecuato, una representación simbólica del proceso de elaboración del pan realizada por mujeres (y un hombre) ataviadas con trajes en los que predomina el color rojo adornado con el dorado de los holanes que llevan en el delantal. Ellas danzan descalzas en honor a sus ancestras.

El toque pintoresco la pusieron las Aguadoras de Uruapan, protagonistas de un ritual que constituye una ofrenda de la comunidad al río Cupatitzio. Ellas, enamoraron vestidas con huanengos bordados y rollos de lana, trenzas larguísimas, cántaros de barro decorados con miniaturas de flores o fruta en la cabeza, y delantales suntuosos.

Mientras, la Danza de las Palmeras, originaria de San Juan Nuevo Parangaricutiro, invitada permanentes en las festividades del Corpus Christi, con hermosas coronas de pan con lirios en sus cabezas, le hizo una celebración a la vida, al trabajo y a la memoria colectiva.

Por supuesto, en el desfile de estos artistas de comunidades lejanas y llenas de mitologías brillaron los de siempre: la Danza de los Viejito de Jarácuaro, con sus trajes típicos y los bastones sembradores de maíz, los Kúrpides, una de las danzas más famosas de la evangelización y trajes señoriales y el Torito de Petate de Morelia (con el andar desenfrenado y tumultuoso del apache, la maringuía, el caballito, el caporal).

Sin embargo, el zapateado sobre tablados de Apatzingán, acompañado por el conjunto La arena de Oro, arrancó también un verdadero rugido del público con danzantes de extraordinarias facultades y unos caballos bailadores que asombraron a más de uno.  

Y lo mismo hizo la Danza de los Arqueros de Santa Clara del Cobre, ágil, dinámica, pícara, la cual se apartó de la rutina del movimiento de pies, propio de las danzas purépechas, para regalarnos, con lujosos trajes, un diseño coreografía grácil, mejor elaborado y poco común.

La gran sorpresa de la noche la dio la debutante Danza de T’hares y la Maringuías, de Sevina, una localidad situada en el municipio de Nahuatzen, la cual mostró la fusión cultural entre la herencia indígena y la influencia colonial.

Fue una de las apuestas más completas de la noche con sus máscaras, sombrerones y floridos delantales que se combinaron con una festiva y juguetona coreografía que resultó la más completo de la noche.

 

Para acompañar a muchos de los artistas el espectáculo contó con el apoyo de la Orquesta Sinfónica Vasco de Quiroga, integrada por niños, adolescentes y jóvenes.

El concierto de cierre de la K’uínchekua 2025, en el que no faltaron las pirekuas de Zacan, fue el punto culminante de un gran día para la cultura del estado que comenzó con un convite que se celebró en la avenida Lázaro Cárdenas de Tzintzuntzan y terminó en el famoso atrio de Los Olivos donde los artistas fueron purificados.

Ya este desfile hacía presentir la grandiosidad de lo que ocurría en las Yácatas…


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