Ciudad de México
Amarlo es un placer. No hay otra forma de explicar las miradas de los y las mexicanas al verlo aparecer en escena, con su inconfundible sonrisa, el traje a la medida y la seguridad de entrarle tarde a las vocales de Será que no me amas. Es aquí cuando uno entiende que El Sol no es perfecto, pero la imperfección lo hace auténtico.
El Estadio GNP Seguros, anoche, estuvo lejos de tener a puras señoras enamoradas desde hace décadas, al contrario, la importancia de Mickey está al ver a un montón de morritos, mirreyes, del barrio, de donde sea que hayan arribado, cantando Culpable o no con un maldito sentimiento atorado.
Por supuesto, Luismi hace la interpretación a su manera, pero completamente en vivo, tiene esa gracia de sonreír desfachatadamente en una rola que escribió a un amor que no trascendió hace muchos años, en cambio, los rostros de dolor del público eran completamente lo opuesto.
Quien no tomó un trago después de tremendo momento, se vio obligado a despilfarrar en algo para aliviarse la sed y la punzada en el corazón. Una canción que apabulló completamente a Amor, Amor, Amor y Suave, y vaya que son dos clásicos nostálgicos que trajeron con qué, pero muy por debajo de una rola que ha creado tantos culpables desde hace años y gracias a la serie de Netflix.
Luismi es un hombre orquesta, además de cantar completamente en vivo dirige a sus músicos, a los ingenieros, a las coristas, al público, porque si el aliento falta, tiene el ‘fuckin’ carisma para sólo sonreír y pedir el paro de la gente. Pasó en Te necesito y Hasta que me olvides.
¿A la gente le molesta? ¡En absoluto! Estaba cantando, se rompía en mil pedazos por dentro, de verdad, hay que ver los rostros para entender todo lo que Luis Miguel significa para cada persona que, sin titubear, despilfarra en boletos para sus shows.
Casi todo mundo se derrite al ver a Mickey hacer su rúbrica coreográfica, ésa en la que el saco termina abierto para regalar la foto de siempre y cuyos saltitos parecen llevar coquetería que sólo los fans entienden, porque los gritos salidos al ver la ejecución son un poco más de bochornoso interno.
El momento del rompe y rasga
Pronto llegaron los boleros, los romances… Por debajo de la mesa y No sé tu. Puede que el cansancio vocal cause las repentinas pausas o las distintas interpretaciones, pero en estas dos rolas hubo momentos en los que era perceptible al mil por ciento lo poderosa que sigue siendo su voz. Es más, se dio el lujo de pedir a su banda que le bajaran tantito pa’ lucirse.
Por supuesto también hubo malacopas, durante los segundos romances, específicamente en Como yo te amé y Somos novios, en la zona Naranja 24 hubo problemas que tuvieron que resolverse con ayuda de los azules.
Resuelto el inconveniente, mejor tomar atención a Somos novios. Todos de pie, de a tortolitos en esta parte que siguió con Todo y nada y Nosotros. Teniendo a todos de pie, incluso al vende donas haciéndose medio güey para grabar poquito de una rola que a alguna enamorada, noviecita o esposa iba a mandar. ¡Qué chido que también se dejaron llevar!
Terminó los segundos romances con el monitor en la mano. Así de intenso se puso El Sol. Y ya no lo soltó.
Una de las rolas que continúa en este tour es Come Fly With Me, de Frank Sinatra, y Smile, que grabó en vida con Michael Jackson.
Quizá la postal de este par de rolas es la forma en la que venera en pantalla la presencia de ambos intérpretes, dando por un momento la espalda a la gente para así cuadrarse con las dos leyendas.
Luismi, muy mexicano
Los tributos terminaron y llegó la hora de agarrar el dron que le hace marca personal. Se lo llevó hasta que empezó Oro de ley y, por fin, escuchar algunas palabras que no fueran de la rola: “¡Vamos arriba, vamos arriba, México!”.
Lo extraño es tener esa conexión natural con los fans y no interactuar, no hablar, no saludar, no decir algo más. Todo lo resuelve con la forma en la que es adorado y con la confianza de saber que es casi una divinidad entre mortales, al menos por el historial y la exagerada veneración que se le tiene. Así es Luis Miguel, el hombre que retribuyó esa pasión con una escalofriante interpretación de Entrégate.
Por supuesto, no hay show de Luismi sin mariachis. Ya lo vieron de traje negro una hora, hacía falta que se luciera con un trajecito mexicano, ¿no? Desapareció un ratito, pero sólo cambió el saco por un chaleco y la camisa blanca por una negra. All black pa’ echarse La fiesta del mariachi, La Bikina y La media vuelta.
¡Quién fuera el copete de El Sol pa’ jamás despeinarse pese a darlo todo, caray! Además de que ya casi no se toca el pelo, corre y echa todo el pulmón en este set bien mexicanote y sigue impecable. Por algo las mamás, las abuelitas, las tías y ahora las más morritas lo adoran.
Mickey bebé apareció, o sea, sus rolas de cuando era un morrito, como No me puedes dejar así, que se escuchó rete bonito en todo el GNP; sin embargo, no le llegó a los talones a La incondicional. Era como para que tirara el micrófono y dijera que es todo, porque señora voz que soltó. Sin embargo, adelantó la Navidad con Santa Claus llegó a la ciudad.
Para no dejar a todos colgados, les regaló Ahora te puedes marchar, La chica del bikini azul, Isabel y Cuando calienta el sol.
Se terminó. Noventa minutos sin parar mas que para presentar al mariachi, sin palabras a la memoria de Silvia Pinal —la bisabuela de su hija— y con la seguridad de que pasarán los años y seguirá siendo el astro rey de este país y de todas las generaciones que están por venir.
*Con información de Excélsior