Gustavo Petro se convirtió en presidente de Colombia en 2022. Contra toda la lógica de los proyectos gubernamentales contemporáneos, a excepción de México

Rafael Alfaro Izarraraz

Gustavo Petro se convirtió en presidente de Colombia en 2022. Contra toda la lógica de los proyectos gubernamentales contemporáneos, a excepción de México, postuló como estrategia de gobierno un principio no económico sino filosófico: convertir a Colombia en una potencia no económica (igual no renuncian a ello por supuesto), pero sí por la vida, una “potencia mundial por la vida” (ver a Fabio Sánchez). A ello se sumó la lucha por atender el Cambio Climático, contra las drogas y por la defensa de la paz. Para Petro, de acuerdo a sus discursos de la semana pasada, la contradicción de nuestros tiempos está en la defensa de la humanidad contra la amenaza que se cierne sobre ella que llevaría a la extinción de no atender el Cambio Climático.

Petro llegó a la presidencia con un apoyo popular por encima del 50 por ciento de los votos, apoyada por la una agrupación de partidos de la izquierda (Pacto Histórico) colombiana que derrotó a los partidos tradicionales (Conservador, Liberal y Centro Democrático). Igual que Obrador, Petro fue dos veces candidato a la presidencia de Colombia, en 2010 y 2018. De la primera participación a la segunda dio salto al pasar del 9 por ciento de los votos al 25. En la segunda vuelta electoral fue derrotado por el Iván Duque a pesar de haber logrado un 47 por ciento de los votos que casi lo lleva a la presidencia, Todavía la oligarquía colombina tuvo una nueva oportunidad con Iván Duque. Por poco y Obrador y Petro coinciden en gobernar sus respectivos países a partir del 2018. Previamente, Petro, había sido alcalde de Bogotá, la capital colombiana, en 2011 (ver texto de Laura Wills Otero).

Ganó en 2018 y, de inmediato, lo que ha hecho Petro con su idea de convertir a Colombia en potencia de la paz, fue la de promover ante embajadores de Israel y Palestina, en Colombia, reuniones para resolver el conflicto actual. De Latinoamérica, únicamente el presidente Lula, de Brasil, se ha unido a las abiertamente a las denuncias públicas contra el genocidio israelí en Gaza. Lula, fue declarada persona no grata para el Estado de Israel. La semana pasada, igualmente, el gobierno mexicano hizo lo mismo al demandar detener el genocidio que se lleva a cabo en la franja de Gaza. A la par, Petro, propuso medidas para recaudar recursos financieros y poner en práctica políticas sociales dirigidos a la población empobrecida. Propuso una política de descarbonización y negociar la paz con grupos guerrilleros o narcos (que no se espante la derecha mexicana por los “abrazos no balazos de Obrador”).

Como es del dominio público, Petro perteneció a grupos guerrilleros desde 1970 y 1980. Después optó por la vía electoral para cambiar las condiciones en que vive una nación sangrada por la violencia criminal. Colombia fue, con ese pretexto, invadida por EU a través de la guerra contra la las drogas que se impuso en Colombia. Gobernada por la aristocracia criolla que mantenían en sus políticas la “cancha inclinada” (ver Gabriel Kessler y otros) a su favor, provocó un descontentó que el pueblo colombiano se la cobró votando por Petro. El trasfondo fue la pobreza, corrupción, clientelismo que en nada le envidiarían al PRI mexicano. Abiertamente, el Pacto Histórico de Petro, se pronunció por una mayor intervención del Estado en la distribución de la riqueza.

Contra este genocidio Petro ha propuesto en la reciente reunión de la ONU la creación de un ejército mundial que imponga la paz en Gaza. Quien es responsable de esta columna no tiene elementos como para entrar en los vericuetos de una propuesta pertinente pero que puede discutirse su viabilidad pues naciones aliadas de Israel como EU tienen voto que vale el veto de cualquier iniciativa que no convenga a sus intereses. Sin embargo, por lo anterior, recurro a un artículo escrito en el portal colombiano INDEPAZ, escrito por Camilo González Posso. Dice así: “Es una propuesta que puede analizarse desde muchos ángulos, entre los cuales están los de procedimiento y pertinencia, de impacto político y de viabilidad. Para comenzar por los asuntos de procedimiento, se puede recordar que el fundamento de la iniciativa del presidente Petro es la resolución 377 A aprobada en las NNUU en 1950 y que fue la base para el envío de ejércitos a Corea, bajo la dirección de los Estados Unidos. Fue precisamente bajo el amparo de esa figura de Acción Unida por la Paz que los gobiernos de Mariano Ospina Pérez, Laureano Gómez y Roberto Urdaneta enviaron el Batallón Colombia a Corea.

La United for Paece es una figura que opera cuando el Consejo de Seguridad no cumple sus obligaciones por falta de unanimidad o veto ante una situación “en que parezca haber una amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresión”. En esas condiciones por iniciativa de uno de los miembros con el apoyo de la mayoría de los países, una asamblea ordinaria o extraordinaria puede adoptar “medidas colectivas, incluida en caso necesario el uso de la fuerza armada, para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales.” La decisión de las Naciones Unidas le da legitimidad a esta modalidad de acción de paz y los países voluntariamente puede aportar recursos para llevarla a cabo.

Petro, es un humanista y figura contemporánea sin duda que ha propuesto lo que muchos piensan, pensamos y a él le corresponde el mérito.