Luego de las paredes, una casa se sostiene por lo que lleva dentro, principalmente por la cocina
Albha Nungaray Campos
Luego de las paredes, una casa se sostiene por lo que lleva dentro, principalmente por la cocina. Esta hace de cualquier espacio un hogar y, para que haya cocina, contrario a lo que se piensa, no es suficiente una estufa. En la cocina es necesario disponer algunos elementos básicos, como el cuchillo: herramienta de corte nacida del azar, que es casi imposible sustituir por algún otro utensilio.
Creo que, cuando tomamos la decisión de habitar una casa, siempre nos procuramos un cuchillo o dos. Esta herramienta de corte es imprescindible. Un vaso puede hacer de taza; una cuchara, de tenedor; y cualquier recipiente cumple la función de una copa. Pero la ausencia del cuchillo se nota porque, en su forma y filo, es multifuncional: corta, unta e incluso puede hacer las veces de desarmador.
Aunque en el acto de comer se pueda echar de menos al tenedor y a la cuchara, la sopa puede sorberse del plato, y el espagueti, cogerse con las manos. Sin embargo, hay pedazos de carne que no ceden fácilmente a la dentadura: ahí se requiere filo.
No soy la única que echa de menos los cuchillos cuando no están. Al chef Adrián Correa le robaron los suyos y se echó a llorar en una columna periodística. ¿Qué piensan quienes roban cuchillos? Quizá que desarman una casa. Y tienen razón.
Pa qué lo mataban. Dicen que venía armado, pero no es cierto. Nosotros ni a cuchillos llegamos, repite y llora la voz de una mujer en el noticiero. Cuenta que a su hermano lo lincharon afuera de la casa que intentó robar. La hoja afilada de aquellos sollozos me hizo recordar el día que saquearon mi casa. Quienes entraron se llevaron los cuchillos. De todo el cajón de cubiertos, no tomaron los tenedores. Tampoco las cucharas. Sólo los cuchillos.
Suena la voz de la mujer en el noticiero: ni a cuchillos llegamos, pa qué lo mataban. Pienso en eso, y no en el chef Correa que, entre su furia de palabras, deseó que los ladrones se cortaran con sus cuchillos y les cayera limón en la herida. Abro nuevamente el cajón de los cubiertos y con la imagen de la ausencia de los cuchillos se proyecta la voz: pa qué lo mataban. Cierro el cajón y abandono la idea de comer en casa. Pa qué me robaban, pienso. No llegan ni a cuchillos, me respondo para reconfortarme.
Ojalá que los ladrones vendan todas mis cosas, pero que los cuchillos los conserven en su casa porque, fuera de esta, son un arma. Su hoja afilada encierra todos sus usos. Un cuchillo se basta a sí mismo y sostiene un hogar. El mío, se derrumbó.
Albha Nungaray Campos es educadora para la paz, tía y lectora. Cursó la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la UMSNH. Hace chambas de cuidado y de cuidado editorial.