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El Derecho a la Ciudad: Yo en la comunidad urbana

FUENTE: A Tiempo Noticias / Destacadas / Salvador García Espinosa

Morelia, Michoacán, 07 de enero de 2024.- En esta primera columna del año que recién comienza, quiero iniciar por expresar mis mejores deseos en esta oportunidad que se nos presenta cada nuevo ciclo, para pensar y replantear nuestras actividades. Por este motivo decidí empezar con una reflexión sobre qué tanto sabemos vivir en comunidad.

Podemos comenzar por comprender que más allá de lo que cada uno de nosotros piense, vivir en una ciudad nos obliga a un modo de vida caracterizado por la idea del individuo sobre la sociedad. 

Para algunos sociólogos como el alemán Ferdinand Tonnies, los habitantes de una ciudad desarrollamos una diversidad de roles como consecuencia de pertenecer a múltiples círculos sociales, y en cada uno de ellos se gestan tipos distintos de relaciones sociales a las que se denominó “secundarias” para distinguirlas de aquellas derivadas de los lazos consanguíneos o familiares. 

Pensemos como ejemplo, en el caso de una persona que durante su día asume el rol de padre, esposo, hijo, hermano, empleado, jefe, compañero de trabajo, amigo, vecino, cliente, consumidor, espectador, usuario, etc. En cada caso, el individuo buscará obtener el máximo beneficio, más en aquellas relaciones que son consecuencia de aspectos económicos vinculados al funcionamiento de la ciudad.

Otro sociólogo alemán de nombre Georg Simmel plantea que el habitante de la ciudad termina privilegiando su individualidad por sobre los intereses de la sociedad, dando origen a la principal característica de la personalidad urbana. 

Ejemplos de lo anterior resultan innumerables, resolver el acceso de nuestro automóvil a casa en detrimento de la banqueta para seguridad del peatón, construir un muro para “mayor seguridad”, sin importar que la calle se vuelva más insegura para quien habita del otro lado, restringir el acceso a un estacionamiento sólo para quien esté dispuesto a pagar por él, apropiarse de la banqueta para exhibir artículos de venta o realizar trabajos de reparación, manejar un vehículo privilegiando nuestra urgencia por sobre la seguridad de ciclistas o peatones, no ceder el lugar en el transporte público y una infinidad de casos. 

Tal vez pensemos que nosotros no somos tan individualistas como otros, pero la realidad es que vivir en una ciudad propicia, impulsa y fomenta, en mayor o menor medida, el individualismo dentro de cada uno de nosotros, y esto siempre aumentará conforme se incremente el tamaño de la ciudad. Los individuos que habitan una gran urbe suelen desarrollar su cotidianeidad en mayor soledad, dado que tienden a aislarse más, pese a la cercanía con la que interactúan con una enorme cantidad de personas; un claro ejemplo se observa en los usuarios del metro en la CDMX o en un restaurante de comida rápida donde 4 ó 5 perfectos desconocidos pueden ocupar una mesa al momento de comer, sin intercambiar palabras. 

Para quienes vivimos en una ciudad y que estamos sujetos a una tendencia por asumir un estilo de vida cada vez más individualista podemos, como propósito de este nuevo año, asumir una actitud consciente de fomentar la colectividad, un “buenos días”, el ceder el paso, esperar el turno, respetar la final, dar las gracias o pedir “por favor”, nos beneficiaria a todos y nos permitiría darnos cuenta de que, resulta más fácil de lo que pensamos, coadyuvar a hacer un mejor día para todos aquellas personas con las que interactuamos voluntaria o involuntariamente de forma cotidiana.

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