Ciudad de México/Fotos: ACG.

Caminar por los salones del Museo Franz Mayer es, estos días, como asomarse al abismo. La exposición World Press Photo 2025 no sólo ofrece imágenes: presenta verdades que duelen, que incomodan, pero que exigen ser contadas. Aquí, el fotoperiodismo no es ornamento. Es denuncia, memoria, testimonio. Y, sobre todo, es un grito por la libertad de prensa.

La muestra reúne 144 fotografías seleccionadas de entre casi 60 mil enviadas por 4 mil fotógrafos de 141 países, pero cada imagen pesa como si cargara el mundo entero. No exagero. Ante la fotografía del año, cuesta hablar.

Es Mahmoud Ajjour, un niño palestino de 9 años, retratado en Catar luego de perder ambos brazos durante un ataque israelí en Gaza. La fotógrafa, Samar Abu Elouf, también es refugiada. También gazatí.

Vive en el mismo edificio que Mahmoud. Desde ahí, documenta la resiliencia de los heridos que han logrado salir con vida. Gracias a su imagen —sensible, digna, sin dramatismo innecesario— Samar se convirtió en la primera mujer palestina y la sexta mujer en la historia del certamen en recibir este reconocimiento.

“Lo que vemos en Gaza es el conflicto más mortífero para los periodistas en el mundo”, dice Babette Warendorf, directora de Exposiciones de World Press Photo, al concluir el recorrido para prensa. Sus palabras no son retórica. Según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), 2024 fue el año más letal jamás registrado para la profesión: 103 periodistas asesinados en 18 países, la mayoría en Gaza, y muchos mientras cubrían el conflicto sin siquiera chaleco o casco.

La libertad de prensa no se defiende sola. Reporteros Sin Fronteras lo advierte: casi la mitad de la población mundial no tiene acceso a información libre. Gobiernos que persiguen periodistas, audiencias polarizadas que deslegitiman su trabajo, ejércitos que apuntan al lente. Todo eso es parte del contexto que hace de esta exposición algo más que una galería: es una trinchera visual.

Más que guerra

Y sin embargo, World Press Photo no es sólo sangre y fuego. También hay pausas que invitan a pensar desde otros lugares.

Como el retrato de Mika, joven no binarie de 21 años, quien esperó 22 meses por una cita médica para comenzar su transición de género en Países Bajos. Mientras tanto, costeó por su cuenta la mastectomía y la terapia hormonal. La imagen, tomada con cuidado y respeto, visibiliza la violencia institucional que enfrentan las personas trans y no binarias incluso en sociedades consideradas progresistas.

O como la fotografía de Ana Maria Jeremias, mujer angoleña que desde los 9 años trabaja como empleada doméstica en Portugal. Víctima de trata, nunca recibió la educación que le prometieron. La fotógrafa María Abraches decide ponerle nombre y rostro a una historia que se repite miles de veces en Europa: mujeres invisibles que sostienen la vida de otros mientras pierden la suya en el camino.

En la región asiática, el fotógrafo Chalinee Thirasupa capta el caos en Lopburi, Tailandia, donde los macacos sagradosse volvieron violentos tras la caída del turismo en pandemia. La imagen es potente, pero también simbólica: cuando el equilibrio se rompe, hasta lo divino se vuelve amenaza.

Entre la vulnerabilidad y el poder

Una de las fotografías más discutidas —y que no se llevó el premio mayor, pero sí se ganó un espacio especial— es la que muestra el intento de asesinato de Donald Trump durante un mitin en Pensilvania. Capturada por Jabin Botsford, fotógrafo de The Washington Post, la imagen congela un instante de vulnerabilidad que contrasta con el discurso de fuerza que ha marcado su carrera política. Es, sin duda, un documento histórico que marcará un antes y un después en la narrativa visual de las campañas en EE.UU.

¿Qué sigue?

En esta edición número 26 en México, y al cumplirse 70 años del certamen, World Press Photo también refuerza su postura frente al avance de la inteligencia artificial. Warendorf lo deja claro: “Está estrictamente prohibido el uso de imágenes generadas o alteradas por IA. Examinamos cada fotografía finalista de manera forense”. Se solicitan los archivos raw, se revisan los metadatos y se analizan los píxeles. Nada queda al azar.

La muestra estará disponible hasta el 28 de septiembre, en el Museo Franz Mayer de la Ciudad de México, que reabre sus puertas tras una importante remodelación. Vale la pena visitarla más de una vez. Porque aunque no hay respuestas fáciles, sí hay una certeza: mientras existan fotógrafos y fotógrafas dispuestos a contar lo que pasa, y espacios como este para amplificar sus voces, la libertad de prensa seguirá respirando.