41 años después de que se perdiera todo rastro de Diego Fernández, un joven de 16 años desaparecido en 1984, la verdad comenzó a salir a la luz, Obreros que realizaban trabajos en una vivienda del barrio porteño de Coghlan descubrieron, por azar, restos humanos junto a objetos personales: un reloj Casio con calculadora, un corbatín, una moneda y un llavero.

Las pruebas de ADN confirmaron que se trataba del adolescente que, un 26 de julio de 1984, salió de su casa con una mandarina en la mano rumbo a visitar a un amigo y nunca regresó.

El hallazgo reabrió un dolor que su familia cargó por décadas; la madre, hoy de 87 años, jamás desconectó el teléfono por si su hijo llamaba, mientras que su padre murió años atrás buscándolo por las calles, el hermano de Diego, entre lágrimas, expresó que recuperar sus restos les permitirá despedirlo como merece y cerrar una herida abierta desde su infancia.

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La investigación, a cargo del fiscal Martín López Perrando, apunta a un homicidio, pese a que el delito ya está prescrito. Peritos del Equipo Argentino de Antropología Forense detectaron lesiones compatibles con un arma punzante y signos de manipulación del cuerpo previos a su entierro.

Excompañeros de escuela y de fútbol ya prestaron testimonio, y el caso sigue generando gran repercusión en Argentina, no solo por su crudeza, sino por el largo silencio que lo envolvió. Para su familia, después de 41 años, la búsqueda termina, pero el deseo de justicia permanece intacto.

Fuente: BBC News