El segundo piso de la 4T no ha hecho gran cosa para sofocarlo, porque el régimen morenista resultó más tibio que una cerveza asoleada
Jorge A. Amaral
El hallazgo del Rancho Izaguirre, en Jalisco, es una muestra de la barbarie y la impunidad con que operan los grupos delictivos en todo el país.
Esto del rancho-escuela no es nada nuevo, ya desde la época de mayor auge de Los Zetas se hablaba de los campos de entrenamiento y de exterminio de ese grupo delictivo. En 2011 fue intervenido el Rancho Las Águilas, en Nuevo León, donde se tenía la capacidad para adiestrar hasta a 200 sicarios a la vez, así como dar alojo a miembros del cártel que llegaran desde Tamaulipas o del mismo Nuevo León a refugiarse. Al investigar más a fondo, las autoridades descubrieron que ese rancho también servía para desaparecer personas.
Los casos como ese se repiten año tras año en todos lados. En Michoacán ya nada se dice de Tacámbaro: en 2023, la diputada y activista Margarita López, fundadora del Colectivo Buscando Cuerpos, denunció la presencia de una narcofosa en una barranca de ese municipio, donde había más de 40 cadáveres. Y eso no ocurrió durante los sexenios de Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto, sino durante el lopezobradorato, régimen que también carga con muchos pecados (no puedo decir que de obra, pero sí de omisión): la organización “A dónde van los desaparecidos” reportó el año pasado que durante el gobierno de AMLO habían desaparecido 50 mil personas, según datos del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) dados a conocer el 14 de mayo de 2024. Así, según las cifras, en ese gobierno desapareció, en promedio, una persona cada hora en México. Durante el calderonato, cuando inició la “guerra contra el narco”, ocurrieron 0.49 desapariciones por hora, y en el de su sucesor, Enrique Peña Nieto, fueron 0.64. Ya para 2024, el RNPDNO registraba 114 mil 184 personas desaparecidas, es decir, el sexenio de López Obrador se acumuló el 44% del total.
Claro que las cifras siempre serán dudosas por la cantidad de casos que quedan sin denuncia, además de que las autoridades suelen jinetear los números a conveniencia, con maromas que marean a la ciudadanía, así que esos datos, aunque útiles, pueden no ser correctos, posiblemente sean muy inferiores a la cifra real.
Hallazgos como el del Rancho Izaguirre, lamentablemente, aunque impactan, ya no sorprenden porque todos los mexicanos sabemos el país en que vivimos, sabemos el riesgo que entraña algo tan básico como ir a trabajar o salir de fiesta con amigos. Todos tememos ser interceptados por una patrulla, ya no por una multa o por ser arrestados por alguna falta, sino por no saber con qué clase de policías nos estamos topando: si sólo nos van a extorsionar inventando cualquier estupidez o si, por ser desconocidos en esa zona, seremos entregados a una célula delictiva que luego nos hará desaparecer. Lo escribo en primera persona del plural porque, como le digo, es un riesgo que corremos todos.
Ante esa situación, toda la clase política, todos los gobernantes (actuales y anteriores) deberían sentirse avergonzados, porque el Estado mexicano ha fallado en sus obligaciones, le ha fallado a la ciudadanía. Las omisiones, contubernios y cinismo de la clase gobernante y el aparato de seguridad en todos sus niveles han sido partícipes de esta estela de violencia y muerte. Tanto el narco que disuelve un cuerpo en sosa cáustica o lo incinera en el monte, como el gobernante que se hace de la vista gorda (por miedo, ignorancia o corrupción), son responsables de esa desaparición.
No es exageración lo escrito más arriba, porque justamente por la inacción de unas autoridades y la incompetencia de otras es que personas civiles, víctimas indirectas de la violencia, han tenido que salir a buscar ellos mismos a sus familiares. Picando aquí, removiendo allá, escarbando por este y aquel lado, recolectando indicios, haciendo labores de inteligencia, son los verdaderos héroes en esta lucha, porque sin tener formación como peritos y sorteando amenazas y ataques hacen esa tarea con el fin de encontrar al esposo, a la hija, al hijo, al hermano o hermana, al papá que un día simplemente ya no regresaron a casa, y en ese calvario encuentran a los esposos, a los hijos e hijas, a los hermanos, a los papás de esas familias que siguen teniendo una silla vacía en el comedor.
Estos casos nos recuerdan la facilidad con la que un grupo delictivo puede borrar una existencia de la que no quedará sino un par de zapatos, una prenda de vestir, un cinturón, alguna identificación que alguien tenga la fortuna de encontrar, un fragmento de hueso que, por la abrasión a que fue sometido, es prácticamente imposible de contrastar con muestras de ADN.
Esto adquiere otras dimensiones cuando hablamos de mil 500 víctimas en el Rancho Izaguirre. ¿Cómo pueden operar por tanto tiempo como para desaparecer a mil 500 personas y que ninguna autoridad se dé cuenta? Una respuesta a esta pregunta nos la da la Fiscalía de Tamaulipas: esta semana fue hallado un predio en las afueras de Matamoros, señalado como lugar de ejecución y desaparición de personas. La Fiscalía de Tamaulipas dijo que no era tal cosa, sólo era parte de una obra de construcción de una nueva funeraria y por eso había estructuras sospechosas. Interesante funeraria: había cinturones, identificaciones, casquillos percutidos, prendas de vestir y hasta restos óseos. Esto ejemplifica a la perfección como es que los criminales pueden operar con tal nivel de impunidad.
Cualquier persona afín al gobierno actual me dirá que, efectivamente, esto no es de ahora, sino que data desde 2006 o un poco antes, pero si bien Calderón inició el incendio, el segundo piso de la 4T no ha hecho gran cosa para sofocarlo, porque el régimen morenista resultó más tibio que una cerveza asoleada. Es cuánto.
La ‘Papota’ de Cato y Paco
Catriel Guerreiro y Ulises Guerriero son amigos desde niños. Ya en la adolescencia tuvieron su primer proyecto musical llamado Astor y Las Flores de Marte, en el que experimentaron con el rock progresivo, el funk y el reggae, pero no tuvieron éxito. Así, Catriel y Ulises crearon sus propios proyectos, dándose a conocer con los apodos de “Ca7riel” y “Paco Amoroso”, respectivamente, para sumergirse en la escena del trap.
Aunque empezaron como solistas, en paralelo llevaron el conjunto de Ca7riel y Paco Amoroso. Su primer gran salto fueron sus respectivas sesiones con Bizarrap y las colaboraciones con raperos de su país. En 2022, ya como dúo, se posicionaron en la escena urbana, experimentando con el rap, el trap, el dembow y el R&B. Así, en 2024, lanzaron el muy buen disco “Baño María”.
El 4 de octubre de 2024, NPR Music publicó en YouTube la sesión “Tiny Desk Concert” de Ca7riel y Paco Amoroso, que hoy acumula más de 27 millones de visitas. Luego de ese éxito, o como consecuencia de ello, ahora lanzan “Papota”. Nos centraremos en las 4 canciones nuevas.
De entrada, hay que decir que, en Argentina, el término “papota” hace referencia al dinero, pero también a ciertas sustancias, sobre todo las que usan los deportistas, como los anabólicos y esteroides. Esta acepción es la que, creo, se usa en el caso del disco.
Así como en “Baño María” los argentinos recurrieron a un short film para dar a conocer el disco, y ahora salió mucho más logrado al contar con la participación del connotado actor argentino Martín Bossi. En ese material cada canción tiene su capítulo, a lo largo de los cuales, Bossi, encarnando a Gymbaland, les da a los músicos la fórmula para llevarlos al éxito.
El EP abre con “Impostor”, tema que de inmediato atrapa por su sonido marcadamente jazzístico, que integra elementos del soul. Ahí, la dupla trata de asimilar el furor desatado por Tiny Desk y enfrentan el síndrome del impostor.
En “#Tetas”, con un sonido muy de R&B y pop de los 90, de repente con sonidos que evocan a las boy band como The Backstreet Boys, hablan de esa exigencia de verse bien para la industria.
Sigue “Re forro”, con alma jazz-hop, donde Ca7riel y Paco hablan de cómo es estar siempre expuesto al escrutinio público y cómo los afecta el tener un ego inflado.
Finalmente, “Día del amigo”, el arco de redención de los personajes en el cortometraje y último tema nuevo del disco. Con un sonido muy funk, dotado de gran frescura, es el cierre perfecto. Ya de ahí vienen las versiones del Tiny Desk, que tampoco están mal. “Dumbai” en lo personal me encanta.
Desde la primera vez que los escuché y a medida que busqué sus otros materiales, me di cuenta de que, con su propio estilo, su sonido, su identidad, Ca7riel y Paco Amoroso son actualmente lo que para la gente de mi generación fue Illya Kuryaki and the Valderramas. Salud.