Se han reiterado episodios de los jaripeos de hace 30 años en que las actuaciones de algunos jinetes quedaron para la posteridad por el cumulo de emociones que desbordaron al enfrentar aquellos grandiosos toros

Gonzalo Reyes González

De tanto que presenciamos y que ha quedado para la historia porque lo hemos escrito para La Voz de Michoacán. Y al escudriñar en los antiguos periódicos, hemos tenido la ocasión de volver a reseñar sobre la trayectoria de algunos protagonistas del jaripeo que mantienen vigente su legado, ya que sus logros incidieron de alguna manera en la realización del espectáculo, para una evolución en positivo, como ha sido el caso del profesor Gabriel Vieyra, quien ideo la integración de equipos de jinetes con el fin de equilibrar potencias en la confrontación ante los toros y, a la vez para garantizar los derechos a que muy poco han tenido acceso los montadores de toros para jaripeos.

Se han reiterado episodios de los jaripeos de hace 30 años en que las actuaciones de algunos jinetes quedaron para la posteridad por el cumulo de emociones que desbordaron al enfrentar aquellos grandiosos toros que marcaron las mejores épocas del jaripeo y que gracias a la visión de ciertos apasionados con el espectáculo mas mexicano, es que se logró mayor trascendencia y aceptación del entretenimiento del campo, en diversas localidades donde no era el común este espectáculo. Lo que ha dejado como testimonio de veracidad al plasmar aquellas anécdotas en las páginas de este diario donde documentamos tales proezas, que hacen recordar lo grandioso que pudimos disfrutar al consultar en los miles de artículos que hemos plasmado a la opinión publica lo magno del jaripeo.

Al leer de nueva cuenta aquellas crónicas que resguardamos con tanto cuidado y esmero en nuestra hemeroteca, volví a recordar las vivencias y grandes experiencias al lado del Padre Sánchez, quien fue uno de los principales impulsores para que el jaripeo lograra el carácter y valor de que se precia, al administrar en su última gran época los jaripeos que se dieron en La  Monumental de Morelia, desde a mediados de los 1980 hasta casi llegar al año 2000, en que se cotizó todo cuanto acontecía en la gran plaza moreliana; la que llegó a considerarse La catedral del Jaripeo: y así al regresar otra vez a las hazañas del pasado y al volver a leerlas, reproducimos hoy la siguiente nota de una breve historia de lo que ha ocurrido en las distintas etapas de La Plaza de Toros Monumental de Morelia.

 Y es que han sido varias las épocas del jaripeo que como un espectáculo se han vivido en la gran plaza de Morelia, la primera; inició en el año 1958, cuando esta actividad campirana reconocida como el jaripeo, llegó del rancho al gran escenario de la capital de Michoacán. A la majestuosa plaza de la ciudad, donde gustó y comenzó a escribir una historia diferente a la de su origen rural, ahora con un carácter comercial más, sobre su carácter circunstancial.  La circunstancia del jaripeo que ha sido, mostrar en un redondel las habilidades en el trabajo de manejo del ganado ante una congregación de gente por el puro gusto de sentirse superior a sus adversarios, quienes son Los mismos compañeros de trabajo y ante los animales sobre los cuales se hacen sus faenas en el campo.

 Así tenemos que cuando el primer jaripeo llegó a la plaza Monumental, se inició el proceso comercial del mismo ya que se cobró por presenciar en su caso la monta de toros y se pagó a los hombres que se esforzaban en el intento por dominarlos: y de esa forma fue que se formó la primera de las grandes épocas para el jaripeo que de ser una acción de supervivencia, de esfuerzo, de trabajo y en los casos específicos de exhibición; la misma se hizo una actividad de regocijo, para un espectáculo de entretenimiento comercial, el cual ha venido evolucionado al paso de los años.

El impacto de este pasatiempo rural se ofreció por vez primera en la ciudad a grandes multitudes ávidas de morbosa expectación que comenzaron a pagar por lo que en su origen fue un pasatiempo que realizaban por gusto ante la opinión publica en los festejos de las comunidades del campo. Ahora expectantes por ver las actividades con ganado en su manejo se generaron multitudes que se congregaban en la gran plaza; incluso de estados distantes se dejaban venir a sabiendas que, en la plaza de Morelia, se vivían en su esplendor todos los domingos una fiesta en que durante las 10 montas de compromiso que se pactaban por cada jaripeo y en tarde dominguera, los jinetes, caporales, lazadores y caballos se jugaban a cuerpo limpio la vida ante fieros torazos. La demanda de jaripeos se incrementó y al paso del tiempo se hizo necesario darle continuidad al espectáculo y fue así como cada semana se abrieron las puertas de la Monumental, para el jaripeo ranchero.

Fue un espectáculo que solamente durante los meses de lluvia se veían detenidas en su continuidad las presentaciones; en su curso, al pasar los años se vivieron momentos trascendentales en esta plaza, muchos hombres perdieron la vida, otros forjaron un porvenir y surgieron iconos que hoy son leyenda. La primera época que más se recuerda en la que fue llamada “La Catedral del Jaripeo”, porque se comenzaron a seguir los modelos de los festejos de Morelia, en las plazas de otros estados en donde efectuaban sus jaripeos de paga, fue en la década intermedia entre los setentas y ochentas cuando el toro El As de Oros, hizo que en torno a su figura de toro único a la fecha, se realizaran casi diez temporadas continuas de emoción y de evolución del jaripeo ranchero.

Pasaron muchos años y los jaripeos con el carácter de La Monumental, se comenzaron a ver en otras grandes plazas donde emprendían las acciones con el mismo modelo de realización y de cobro al acceso y pago a los jinetes tal cual se realizaba en Morelia cada domingo de jaripeo, como en la plaza La Macarena de Uruapan, La Guadalupana de Cuautla, La Aurora de Neza, El Relicario de Salvatierra, las de Celaya y hasta en Autlan y muchas más, todas con el ejemplo de La Monumental.

Plazas y ciudades distintas y distantes en las que también forjaron sus leyendas; y para ese entonces existían ya las primeras ganaderías que se dedicaron a mantener toros reparadores exclusivos para el jaripeo y los jinetes auténticos del rancho se comenzaban a encumbrar y ganar fama en este medio. A finales de los años de la década de los ochentas, el jaripeo sufrió fuertes cambios y movimientos evolutivos, el uso del verijero y campana se estableció y los primeros toros al cajón desplazaron las jugadas de toros en el suelo; los premios a la queda ya no se daban y se pagó al jinete solo por montar sin importar si quedaba arriba del toro; las espuelas que empezaron a usar ya no eran charras, fueron modificadas con ganchos fijos y con desmesurado filo; entonces comenzó para mi gusto, la última de las grandes épocas del jaripeo, el de la consolidación de montas a cajón.

En los años 90 en los jaripeos de La Monumental de Morelia, surgieron toros como El Coyote y Torbellino de la LR, Suavecito de Torre Blanca, Viento Negro de Lagunillas; Huracán de Hacienda de Jofre, El Tigre de Tinijaro, El Borrego y Traficante de Carrera de Mata; El Garambullo y El Tranquero del Palmar, Rehilete de La Flor de Xochimilco, Bronco de Villa Guerrero, El Zopilote de La Pionera y después El Gachupín de Peña de Águilas y El Roqui de Paso Real y El Manchado: solo por citar algunos, que surgieron esos años cuando las ganaderías de reparo se habían consolidado en el país como resultado del reflejo de lo que pasaba en Morelia, bajo la administración del Padre Sánchez.

Jinetes aun muchos del campo le dieron lustre a aquellos jaripeos en su evolución del estilo ranchero con montas de suelo, al uso del cajón a toro parado; “Ardillo” y “Negro” de Pátzcuaro, “Chirrias” y “Calceto”, “Capitán Reyes”, “El Jefe Blanca Nieves”; Salvador Jiménez; “Ranita”; “Charrito” de San Gregorio; “El Borrego”, los Hermanos Romo; “Seis” de Santo Tomás; Los Hermanos Vieyra “Tigre Gaytán”… en fin una larga lista de hombres de acero que en su destino como montadores, engrandecieron los jaripeos de La Monumental y que ahora algunos están encumbrados y otros no tanto, merced a “El destino de Los Jinetes” que les tocó vivir y después concretar y que en ocasiones como en la presente hemos rememorado como el caso de hace ocho días en estas mismas líneas donde recordamos la relevancia que tubo para el jaripeo del profesor Gabriel Vieyra.

Quien se destacó por cuidarlos meticulosamente antes, sobre y después de sus montas, lo que le dio un lugar de trascendencia, tanto que en todas las plazas lo consideraban como El Ángel de los Jinetes, porque ni en las buenas y menos en las malas, nunca dejó a sus elementos a la deriva, tal cual recordamos en pláticas de inspiración y sobre todo en aquellas aleccionadoras conversaciones que sosteníamos con el padre Sánchez, cuando con tanto entusiasmo y mayor visión aprendíamos más de jaripeos. Por lo que ahora de nueva cuenta, su recuerdo inspira la presente entrega, en que no es la primera vez que tratamos este emotivo tema de las grandes épocas que ha vivido el jaripeo en la más grandes de sus plazas y que nunca olvidaremos para seguir engrandeciendo su historia.