Nunca más me bañaré en tu perpetua manía de ser Catedral, Plaza de Armas, Melchor Ocampo entumecido para siempre en el bronce, saludos a la bandera…

Gustavo Ogarrio

Lloverá una vez más sobre la vieja ciudad de piedra, sobre este Virreinato moribundo de anestesias sagradas y lanzado por las aguas termales del tiempo hasta el archipiélago incomprensible del siglo XXI.

Y yo te negaré, como siempre, alguna compensación poética. No escribiré sobre tu bucólica sonrisa de cantera. Negaré mis pasos por este mar de lodos y asfalto. Nunca más me bañaré en tu perpetua manía de ser Catedral, Plaza de Armas, Melchor Ocampo entumecido para siempre en el bronce, saludos a la bandera… Aplastaré con mi silencio tu pasado colmado de poetas costumbristas. Y en el remolino de estos olvidos encontrarás un nunca en mi boca muerta, en estos labios que besaron doncellas desquiciadas y actrices de películas siniestras. Ojos y lenguas de mercurio que alguna vez me ordenaron: “¡Vete de mi ciudad!”.

En tus barrios desangrados fui mucho más que el turista agradecido por la odiosa superstición del Virreinato intocable. Ojalá mueras de lluvia. Ojalá mueras acribillada por los flashazos de los que te domesticaron y sobornaron con la foto familiar, con el viaje de luciérnagas hacia la ciudad sagrada que ríe y calla sin descanso. Tus huesos traidores, melodramáticos, transitarán azules por el torrente enloquecido de los siglos a la espera de la lluvia apocalíptica que por fin te conceda el olvido. Odio tus brazos de piedra como trampas metafísicas. Tus calles oscuras como alas de murciélago, las transfiguraciones de tu nombre, tus cafés de aromas lógicos desafiados por los cines de gargantas pornográficas.

Odio la mueca de tus días y tu transpiración ridícula de Catedral iluminada, la manera en que te apropias de los muertos ajenos, el olvido que profesas contra los que no toleran el estrépito de tu respiración colonial. Venero cuando el ruido de los siglos se desvanece y dejas de ser unidad, tránsito de ciudadanos, gesto multitudinario de mansedumbre dominical. Ojalá mueras de lluvia…