La imagen de ese Nuevo Mundo, la utopía de conquistar otras latitudes, de poblarlas y apropiarse de sus riquezas…

Gabriel García Márquez cultivó una conciencia narrativa y poética de la historia de su propio país y de América Latina. Esta conciencia encontró también en las crónicas de conquista uno de sus más importantes referentes; el arco entre historia y ficción, conquista y novela, descubrimiento del Nuevo Mundo y génesis de Macondo. En el discurso con el que recibió el Premio Nobel, en 1982, García Márquez afirmó: “Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara”. García Márquez encontró en este relato una visión de resonancia asombrosa, animales y seres que al ser interpretados desde la frontera nebulosa entre lo real y la imaginación perdieron sus límites, únicamente para encaminarlos hacia la visión del último de los Buendía que nacería con cola de cochino: la prefiguración lectora de su novela “Cien años de soledad”. La imagen de ese Nuevo Mundo, la utopía de conquistar otras latitudes, de poblarlas y apropiarse de sus riquezas y de la voluntad de sus seres humanos, se hayan transmutado en la génesis mítica del pueblo de Macondo, en el recuento de lo inverosímil, en el patrón comparativo entre el mundo propio de Macondo y el mundo que viene de fuera con el gitano Melquiades, con sus inventos y objetos asombrosos en los que se mezcla la magia milenaria y un saber científico popularizado. Evocar la historia de América Latina y renombrarla en la ficción, como si el mundo terrible que dejó la conquista pudiera ser de nueva cuenta enunciado por primera vez: “El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.”