Explorando los retos y soluciones para la seguridad alimentaria en México.

En 2019, lancé mi primer libro con la editorial Porrúa, llamado “Derecho a la información de los consumidores ¿Sabes lo que comes?”.

Cinco años más tarde, el debate sobre la calidad de los alimentos que ingerimos ha progresado, impulsado por numerosos estudios científicos que han puesto en evidencia cuestiones alarmantes, como la contaminación por sustancias químicas perjudiciales.

No solo se trata de los altos niveles de sal, azúcar o grasas saturadas, sino de la presencia de aditivos como la tartrazina, metales pesados en niveles inaceptables y pesticidas en dosis tóxicas para el ser humano.

En Perú, un estudio reveló pesticidas en vegetales como el tomate, la cebolla china y la lechuga.

Además, se ha identificado la ingestión de microplásticos a través de la comida y bebida, lo que plantea una interrogante esencial: ¿Quién vela por nosotros? ¿Quién ofrece información clara sobre lo que contienen nuestros alimentos?

A pesar de que es deber del Estado proteger la salud y asegurar el derecho a la información del consumidor, aún hay mucho por hacer.

En México, las leyes sobre alimentos se basan en propuestas de legisladores. No obstante, la supervisión es insuficiente.

Seguridad alimentaria en México

¿Cumple la PROFECO su rol adecuadamente? ¿Dispone la Secretaría de Salud de un registro detallado de cánceres vinculados a químicos alimentarios?

Aún no se han establecido compensaciones para las multinacionales cuyas prácticas perjudican nuestra salud silenciosamente.

Pero confío en que esta situación cambiará por el bien de la población.

Es crucial desarrollar estrategias de protección para los ciudadanos, como la formación de redes de información y campañas de concienciación pública.

Todos dependemos de una agricultura que frecuentemente prioriza la producción sobre la salud, utilizando agroquímicos extensivamente. Aún así, hay esperanza.

México posee un valioso recurso: la agricultura familiar, que opera de forma sostenible y orgánica, respetando los ciclos naturales y usando abonos orgánicos.

Esto nos lleva a cuestionar: ¿Está protegida la agricultura familiar en México? ¿Se incentiva a los pequeños agricultores? ¿Forma la agroecología parte del plan de estudios en las escuelas?

Y lo más crucial: ¿Podría la agricultura familiar sustentar a toda la población mexicana si se fomentara su desarrollo? O ¿seguiríamos dependiendo de la agricultura intensiva y de importaciones?

Es vital fomentar una dieta saludable y alertar sobre alimentos con agrotóxicos.

Los agrotóxicos no solo provocan intoxicaciones y cáncer, sino que también impactan el sistema nervioso y la salud mental. A pesar de los retos, existen soluciones.

Una opción es promover la transición hacia sistemas agroecológicos, mejorar la educación alimentaria en las escuelas y apoyar a los pequeños productores con incentivos y políticas adecuadas. Debemos actuar ya.

La salud de nuestras comunidades y el futuro de nuestras generaciones dependen de decisiones bien informadas y del esfuerzo colectivo para establecer un sistema alimentario justo, saludable y sostenible.

^{Ross Barrantes | Abogada especialista en Derecho Ambiental y escritora de este artículo.}

^{Fuente: https://aristeguinoticias.com/150125/opinion/sabes-lo-que-comes-articulo-por-ross-barrantes/}